La capacidad de dominar el lenguaje y poder comunicarnos con los demás es transversal a todas las culturas. Desde pequeños aprendemos a usar el idioma materno para podernos comunicar de manera eficaz.
La inteligencia lingüística no solo hace referencia a la habilidad para la comunicación oral, sino a otras formas de comunicarse como la escritura, la gestualidad, etc.
Lizano y Umaña (2008) mencionan a Campbell (2000), este teórico define la inteligencia denominada lingüística como la que tienen los individuos con la capacidad de pensar en palabras. Los poseedores de tal habilidad utilizan el lenguaje para expresar y comprenden significados complejos. Por tanto, emplean la palabra de forma efectiva.
La efectividad de la palabra recae en el discurso oral y escrito. En este sentido es que Howard Gardner (2003) recalca la importancia de desarrollarse de forma asertiva en las distintas áreas del lenguaje: la sintaxis, la fonética, la semántica y la pragmática. De esta manera, el locutor con tales características puede desenvolverse de forma efectiva, por medio del empleo de estrategias lingüísticas, en un determinado contexto social.
Quienes mejor dominan esta capacidad de comunicar tienen una inteligencia lingüística superior. Profesiones en las cuales destaca este tipo de inteligencia podrían ser políticos, escritores, poetas, periodistas…
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